Genialidad & genialidad

Rodeado de oscuridad, con un pico golpeaba la pared de la cueva. Trató de parar, pero sus brazos continuaron alzándolo una y otra vez, a pesar de estar exhausto. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Lo último que recordaba, era que, conducía satisfecho del desarrollo de la reunión con el comité de mineros. Pretendían mejorar la visibilidad de los pozos, como de costumbre se negó con rotundidad. En particular, se felicitaba por su genialidad al finalizarla con aquella frase: «¡Es el mercado, amigo!».  

Se le acercó un siniestro personaje que, con voz gutural, le espetó:

—Tus ojos no volverán a ver y por cada una de las que cegaste en la mina, sufrirás cien vidas en negro repitiendo el mismo gesto.

 Después, comenzó a alejarse. El condenado intentó reivindicar su postura, Lucifer se giró y dijo:

—¡Es tu penitencia, amigo! —Hizo una pausa y añadió —: Fue ingenioso poner aquel perro en mitad de la curva, ¿verdad? 

 


Extraña despedida

Sentado en el sofá, releía el papel que tenía en las manos. No encontraba el sentido a la frase que estaba escrita en él, puesto que, fue tan solo un encuentro esporádico.

Conoció a una chica a través de una de las aplicaciones de contactos, se vieron la noche anterior y la química entre ellos surgió de forma instantánea. La cita acabó en su dormitorio y al despertarse la joven se había marchado dejándole aquella extraña misiva.

Tras aquellos minutos de confusión, se levantó y comenzó a recoger la ropa esparcida por el suelo, al coger sus pantalones notó que le faltaba la cartera. Fue a su habitación, su pequeña caja de seguridad también había desaparecido.

Se quedó quieto, una sarcástica sonrisa se dibujó en sus labios. Acababa de comprender por qué la nota decía así: “Gracias por tu generosidad”.

 

 

¿A ellos o a nosotros?

 Aún resonaban en su cabeza, le vetaron el deleite de observar la lluvia de perseidas que alumbraban la noche y el olor a espliego que desprendía la hoguera. El autocontrol y frialdad que mostraban las palabras de aquel niño, le impresionaron e hicieron que se preguntara: “¿A quién debemos educar?, ¿a ellos o a nosotros?”

Tras leer la carta, decidió dejar sus vacaciones en suspensión y viajó hasta Mali. Su camarada lo esperaba junto a varios muchachos del poblado. Comenzó a repartir algunos juguetes. Intentó darle uno a un chico que mostraba síntomas de vitíligo y vestía una túnica de tela, pero este lo despreció, le preguntó algo en idioma propio y se marchó. Unos minutos después regresó, dejó sobre la mesa un fusil y dijo algo en su lengua.  

A continuación, su compañero le contó que, aquel infante fue uno de los cachorros de las milicias, los llamados “niños soldado”, además, tradujo la pregunta y posterior respuesta del chaval. 

   Según él, aquella peonza no servía para defender a su familia, en cambio el fusil, sí.

Benet da Silva 5 de octubre del 2021


 

Utopía 

Sí, algún día sucederá…

Se abrirán las alamedas, por ellas no pasearán, hombres o mujeres; hetero u homosexuales; negros o blancos; católicos o islamistas. Llegará el tiempo en que por ellas, solo caminaran sin etiqueta alguna, seres humanos.

Benet da silva 1 de octubre del 2021

PUNTO DE INFLEXIÓN   Laura continuaba con su nueva vida, la cual comenzó aquella noche cuando se cruzó con la imagen que reflejaba de ella, ...

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