PRIMERAS CONJETURAS

(fragmento de la novela el niño y la teta)


 Los dos éramos conscientes de que no había red ni retorno si esto sucediera. Sin embargo, seguimos jugando con fuego. A veces quedábamos para dar un paseo y charlar. Un día, nos encontramos en un lugar cercano. Ella dejó su coche y en el mío emprendimos la ruta. El recorrido era fascinante, en especial cuando iniciamos la subida al puerto de montaña. Ana me contó que nació en un pueblo cercano y que en su niñez solía ir con sus padres de excursión por aquellos parajes. Sus ojos se iluminaban al recordar aquella etapa de su vida, se notaba que su infancia, al contrario de la mía, había sido feliz. El brillo de sus ojos y su sonrisa realzaban su atractivo.

Llegamos a nuestro destino y quedé embelesado por las vistas. Durante un rato charlamos apoyados en la barandilla del mirador, disfrutando de la paz que transmitía el paisaje. Después caminamos adentrándonos en el interior de la arboleda. Nos sentamos en un pequeño claro para contemplar el paisaje desde otro ángulo y en un impulso, posé mi mano sobre su cabeza y acaricié su pelo. El roce de mis dedos provocó una descarga en ambos que liberó la pasión acumulada. Nuestros labios se fundieron esta vez y nuestras manos recorrieron los cuerpos. Nos detuvimos un segundo, nos miramos y ella se echó hacia atrás. En una posición menos incómoda, continuamos. Todo parecía ir bien. Mi piel reaccionaba a sus caricias y por mi mente no aparecía más que Ana. La ropa fue esparciéndose por el suelo y mis labios comenzaron a deslizarse por su cuerpo. Al llegar a sus senos, mi inconsciente comenzó a proyectar imágenes del pasado. Mis ojos vieron de pronto el rostro de Encarna. No sin esfuerzo, alejé aquella imagen e intenté de nuevo acariciar los pechos de Ana con mis labios. De nuevo se repitió la escena, por lo que los desplacé hacia otras zonas de su cuerpo.

Con el paso de los días, los dos asumimos que era mejor guardar el bello recuerdo de lo ocurrido. Los dos amábamos a nuestras respectivas parejas.

Para no variar, yo no cesaba de darle vueltas a mi relación con las mujeres


 Búsqueda

Mientras su cigarrillo se convierte en ceniza, sus pensamientos son una retahíla de recuerdos y se pregunta el motivo de aquella agradable sensación de felicidad. Una infantil voz desde su interior, le invita a girar su mirada diciéndole: «ella es el motivo». La miró un instante y la abrigó con su cuerpo, contempló la sonrisa que asomaba en sus labios, sus senos marcaban un relajado compás. Para ellos, las frías noches en soledad, habían llegado a su fin.

Tres meses antes…

No se conocían, tropezaron en una de esas causalidades ante las que la vida nos coloca. Pero reconocieron en el otro, aquello que Nietzsche denominó como; el estigma de Caín. Ambos tenían la mirada de quien atendiendo a sus más bajos instintos y desafiándose a sí mismo, subió a la barca de Caronte, bailó un tango con Azrael y escapó. Dos corazones parcos en palabras y errantes en busca de la bitácora que les guie hasta ese etéreo e intangible líder, llamado amor.  

 



NAUFRAGIO

Ya me había acostumbrado a extrañar el calor de su cuerpo, en mis recuerdos no quedaba ni una brizna de melancolía y la devoción se convirtió en una agradable reminiscencia del pasado. Al fin había recuperado el timón de mi navegar por el mar de la vida. Aquel "hola" sonó en mi mente como un disparo, más aún, cuando me giré y vi el brillo semejante al de una circonita que se entreveía detrás de su sonrisa. En aquel instante se desgajó de mi mente el equilibrio y supe que era el preludio de un nuevo naufragio, provocado por la inmensidad de sus verdes ojos y el oleaje emocional que en mí, desencadenaba su mirada.

 


EL PODER DE UNA MIRADA

Corría el año 1460, los mitos y fábulas proliferaban por doquier. Pedro Álvarez, no creía en las leyendas, ya que las consideraba historietas del abuelo. Sin embargo, a raíz del suceso acaecido hacia tres meses y la pesadumbre que sentía y martilleaba su conciencia, comenzó a dudar y se preguntaba; ‹‹¿Será cierta aquella que habla del color de las almas?, ¿la tendré yo negra?››. Según había escuchado de los ancianos del lugar, esta las dividía en tres grupos, negras, grises y blancas, dependiendo del comportamiento del individuo, su ánima tendría uno distinto.  

Aquella noche le costaba sobremanera quedarse dormido y una vez que ya su mente había logrado un estado en duermevela ocurrió algo inesperado; delante de él, una figura femenina lo miraba fijamente, en su rostro destacaban dos negros ojos que brillaban intensamente, esto le sobresaltó debido a que le dio la sensación de conocerlos, hasta que escuchó una dulce voz que le dijo:

—No te atormentes, no fuiste tú quien disparó la flecha. Además, la tierna mirada que cruzamos me dio la oportunidad de una nueva reencarnación, ya no volveré a ser … —se quedó callada unos segundos y añadió —: quizás nos encontremos de nuevo en otra vida —. Después desapareció.

Él ya no pudo reconciliar el sueño, su memoria trajo al presente la nefasta noche, origen de sus desvelos;

Hacía tres meses desde que la vio por primera vez, los mismos que llevaba intentando que ella bajara la guardia y en consecuencia fuera más atrevida y se acercara. Incluso pasó varias noches en vela observándola a escondidas, mientras fantaseaba con el momento de seducirla, a pesar de tener fama de escurridiza, además de ser bastante agresiva, aunque su belleza también era innegable. Por su parte ella, cuando se dejaba ver, solía hacer amagos de aproximación, incluso en una ocasión y en la oscuridad de la noche, Pedro pudo ver sus ojos brillar. Sus movimientos eran cautelosos, su actitud desconfiada, le hacía dar pequeños pasos, detenerse y desaparecer sin apenas dejar rastro.

Su esposa que estaba al tanto de todo, no solo, no ponía impedimentos, si no todo lo contrario, por lo que, una noche Pedro le comentó que daría el paso definitivo para traerla a la casa, ella le preguntó:

—¿Crees que lo conseguirás?

A lo que él respondió:

—Sí hoy aparece, lo tengo todo pensado, cuando vea lo que puede conseguir, no podrá resistirse.

—Tenerla en casa rompería la rutina —Fue su respuesta

Aquella noche vieron cumplidos sus deseos. Se mantuvieron inmóviles observando como se acercaba, cuando el hombre consideró que estaba a una distancia que, aunque huyera le permitiría acertar, salió de su escondite y se plantó delante de ella, ambos se quedaron quietos como petrificados mirándose a los ojos, en ese instante la esposa de Pedro dejó su escondrijo, le arrebató la ballesta de las manos y de un certero disparo mató al animal. Miró a su marido y le reprendió por no haber reaccionado, Tras dirigirle una mirada, él se marchó bajo la lluvia y la dejó mirando el cuerpo de aquella Jineta que merodeaba por los alrededores de su granja con no buenas intenciones. La mujer se agachó, tomó el cadáver y se dirigió a la casa. A los pocos minutos la cónyuge entró en el salón con el cadáver en los brazos y se dirigió a el diciendo:

—Mañana iniciaremos la disecación de esta maldita alimaña, y rellenaremos el hueco que hay encima de la chimenea, al menos servirá para cambiar la monótona decoración del salón.

Transcurría el año 1960, Ramon Álvarez, que desempeñaba labores de selección en una empresa de recursos humanos, revisó las entrevistas que debía hacer durante la mañana, mientras lo hacía, pensó: ‹‹Siempre la misma rutina, hoy será igual que ayer, que antes de ayer e igual que los últimos seis años››. No se imaginaba la sorpresa que la vida le había reservado para ese momento. Se asomó al pasillo y pronunció un nombre. Resultó ser una joven que a simple vista le pareció atractiva. Ella entró en el despacho, donde él la esperaba de pie, una vez, uno frente a otro, los dos se quedaron paralizados durante varios minutos, fue ella quien rompió el silencio al preguntar:

—¿Nos conocemos?

Él no conseguía salir del ensimismamiento en el cual lo habían sumergido, los negros y brillantes ojos de la mujer, solo pudo balbucear:

—Tengo esa misma sensación…

 

 

 

 

PUNTO DE INFLEXIÓN   Laura continuaba con su nueva vida, la cual comenzó aquella noche cuando se cruzó con la imagen que reflejaba de ella, ...

RETAZOS