PRIMERAS CONJETURAS

(fragmento de la novela el niño y la teta)


 Los dos éramos conscientes de que no había red ni retorno si esto sucediera. Sin embargo, seguimos jugando con fuego. A veces quedábamos para dar un paseo y charlar. Un día, nos encontramos en un lugar cercano. Ella dejó su coche y en el mío emprendimos la ruta. El recorrido era fascinante, en especial cuando iniciamos la subida al puerto de montaña. Ana me contó que nació en un pueblo cercano y que en su niñez solía ir con sus padres de excursión por aquellos parajes. Sus ojos se iluminaban al recordar aquella etapa de su vida, se notaba que su infancia, al contrario de la mía, había sido feliz. El brillo de sus ojos y su sonrisa realzaban su atractivo.

Llegamos a nuestro destino y quedé embelesado por las vistas. Durante un rato charlamos apoyados en la barandilla del mirador, disfrutando de la paz que transmitía el paisaje. Después caminamos adentrándonos en el interior de la arboleda. Nos sentamos en un pequeño claro para contemplar el paisaje desde otro ángulo y en un impulso, posé mi mano sobre su cabeza y acaricié su pelo. El roce de mis dedos provocó una descarga en ambos que liberó la pasión acumulada. Nuestros labios se fundieron esta vez y nuestras manos recorrieron los cuerpos. Nos detuvimos un segundo, nos miramos y ella se echó hacia atrás. En una posición menos incómoda, continuamos. Todo parecía ir bien. Mi piel reaccionaba a sus caricias y por mi mente no aparecía más que Ana. La ropa fue esparciéndose por el suelo y mis labios comenzaron a deslizarse por su cuerpo. Al llegar a sus senos, mi inconsciente comenzó a proyectar imágenes del pasado. Mis ojos vieron de pronto el rostro de Encarna. No sin esfuerzo, alejé aquella imagen e intenté de nuevo acariciar los pechos de Ana con mis labios. De nuevo se repitió la escena, por lo que los desplacé hacia otras zonas de su cuerpo.

Con el paso de los días, los dos asumimos que era mejor guardar el bello recuerdo de lo ocurrido. Los dos amábamos a nuestras respectivas parejas.

Para no variar, yo no cesaba de darle vueltas a mi relación con las mujeres

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