El donante

Su pareja aceptó la proposición. No sabía la razón, pero intuía que en aquel viaje, conseguiría el propósito común.  

Programó el viaje a Fuerteventura, asistiría al festival de teatro; ver sus famosos desfiles de papahuevos y agenciarse algunas fruslerías. Su objetivo principal, lo dejaría en manos del azar.

La primera tarde, mientras contemplaba un divertido pasacalle, se detuvo uno de los cabezudos justo delante de ella, se cruzaron una mirada y una sonrisa. Por la noche, entretanto disfrutaba del típico licor destilado, se le acercó un joven. Reconoció al instante aquella penetrante mirada, sonrió invitándole a sentarse. Los días posteriores, fueron una exhibición de las dotes seductoras del isleño, incluso le recitó algún verso, demostrando ser un adiestrado galán. Ella se dejaba llevar, quería cerciorarse de que era el donante de esperma adecuado.

Dos meses más tarde al comprobar que iban a ser madres y que nada podría emponzoñar su relación, las dos se abrazaron. El azar y aquel desconocido cumplieron su cometido.

 

 

 

 

   

 

 

 

 

  

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