La guardiana

Iniciaron el viaje cargados de ilusiones, aunque sin certeza alguna. Desde aquel lejano día habían permanecido juntos, nunca quiso separarse de ella, ni siquiera ahora, que era más que visible el inexorable transcurrir del tiempo. Compartieron polvorientos caminos y noches al raso, aunque también, confortables habitaciones y acerados paseos. Los recuerdos se acumulaban en cada etapa, retazos de vivencias. Como aquel que tenía en sus manos, en el que le había vencido el cansancio, y se quedó dormido, mientras esperaba un café y ella parecía velar su sueño. Continuó unos minutos más mirando antiguas instantáneas, restos del pasado perpetuados en papel fotográfico. Más tarde con cierta nostalgia, fijó sus ojos en aquella vieja mochila y, dirigiéndose a ella, murmuró: «Además de ser la guardiana de mi memoria, fuiste una leal compañera de viaje».

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