DOS SENTENCIAS Y UN DIPLOMA

Todos a su alrededor le repetían lo hermosa que estaba vestida de novia y que ese día seria uno de los más felices de su vida. En cambio, para ella era el primero de una larga condena y aquel blanco vestido, le producía la misma sensación, que el uniforme carcelario a un reo.

Pasados unos años después de firmar su divorcio, fue hasta casa de sus padres y mostrándoles la sentencia de este, sonriendo dijo:

—Mi único delito fue nacer mujer, por ello vosotros me condenasteis, ahora la vida me ha indultado.

Seis años más tarde, mientras recibía del rector de la universidad su diploma, pensó; ¨Este si es uno de los días más feliz de mi vida¨.

Una vez finalizado el protocolo se dirigió hacia donde le esperaban sus familiares. Cuando llego a la altura de su padre, lo desafió con la mirada y le espetó:

—Papa, ya no soy una mujer como dios manda, pero sí feliz.

 

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