A pesar de que trataba de cohibir sus pensamientos, no dejaba de pensar en el último carnaval. Además de la afonía causada por el exceso de euforia, el rubor coloreaba sus mejillas solo recordar la bacanal en la que se vio inmerso con aquel deslavazado grupo por el que se había dejado enrollar. Sin embargo, esto solo hubiera sido una anécdota más, de no ser por la mirada de aquellos ojos verdes en los que la pasión acercaba sus iris a esa especie de istmo que une la nariz a la frente y se había grabado a fuego de manera indeleble en su memoria.
Ni siquiera conocía el nombre de la desconocida que había despertado en él, eso que llaman amor y que llegó sin avisar, pero con un inusual y estruendoso; tuc tuc en su corazón.
Creo que las personas que hoy estamos entre los 50 y 60
años, somos los hijos de una de las épocas más oscuras de
la historia de este país-por no decir la que más-, en la que la castración emocional casi era ley o
cuanto menos norma, ¿quién no has escuchado?, aquellos tópicos/dogmas; los hombres no
lloran o las emociones son cosas de débiles, -esto Valía para ambos géneros-, el mejor amigo; cinco duros en el bolsillo,
etc.
Entorno cercan
Dos progenitores que lo único que tenían en común, era su
crianza en un ambiente ultra religioso, con el añadido del “remate final” en el entorno militar en el caso del padre, lo cual forja en este un carácter casi bipolar, capaz de sobre proteger a
la vez que, mostrar un pronunciado y retrogrado autoritarismo, incluso para la época
en que se desarrolla la historia. Por otro lado, una antagonista desprovista de
toda capacidad de sentimiento, -quizás debido a su niñez y adolescencia, que con
toda probabilidad fueron algo más que difíciles-. A causa de ellas vio una escapatoria en
el matrimonio, a pesar de contraerlo con un hombre al que apenas conocía y por el que jamás sintió ni
siquiera el menor aprecio.
El río
Transitamos por la vida
al igual que el río
por su cauce,
lo hace.
En su nacimiento,
estrecho riachuelo
que avanza plácidamente,
sin apenas sobresaltos
ni obstáculos.
Al igual
que en nuestra
tierna infancia
despierta la inquieta curiosidad,
acelera su tránsito
absorbiendo los matices del camino
y su lecho ensancha.
A semejanza de una adolescencia,
llega el rio a su tramo
de impetuosos descensos,
y escarpadas remontadas.
Bravas bajan las aguas
en incierto devenir
desbordando su propio cauce,
hasta precipitarse en libre caída
en virulenta cascada.
Cuál joven que corre desbocado,
sobre el brioso corcel de la juventud
y cae por el precipicio
que su inexperiencia.
Ambos,
maltrechos reiniciamos el recorrido,
y arrastramos
él, en su caudal
nosotros, en la mochila,
los restos del equipaje acumulado.
Continuamos la búsqueda
del cauce
que nos lleve hasta un remanso
donde descansar.
Para proseguir
con el devenir,
el bagaje completar.
Y en el delta de la madurez
todos aquellos sedimentos
en vivencias creados,
depositamos.
Después,
Creemos que la búsqueda acabó,
y en el instante
que al mar enfrentamos
de que todo nuestro caudal
una minúscula gota tan solo es,
nos percatamos
Benet da silva 30 de mayo de 2021
SOLO QUERÍA SABER…
María caminaba a solas, sin referencia alguna
hacia o por dónde ir, en el intrincado camino que era ser madre soltera.
Una tarde, junto a su hija hacían los
preparativos para celebrar que la pequeña Susana cumplía once años y esta le hizo
la pregunta que más temía.
—¿Mamá, por qué no tengo papá?
A María aquella pregunta le provocó una
nerviosa quietud y desasosiego. Sin embargo, reaccionó, la miró con ternura y le
preguntó:
La tarde siguiente se dirigió a la habitación de Susana y aunque dudó, abrió
la puerta. Estaba en juego el futuro emocional de su hija. Entró en la
habitación, le dio el teléfono y dijo:
—Tu padre quiere hablarte.
—Yo no. Ya es tarde.
Cortó la llamada y brindó una sonrisa a su madre agradeciéndole que le dejara
tomar la decisión de escucharlo o no.
—Solo quería saber si existía —puntualizó.
DESQUITE
Fueron pasando las semanas, Asunción y Santiago, apenas se dirigían la palabra, pero desde un tiempo atrás él percibía que la indiferencia era lo único descartable entre ellos.
Una muestra de esto, fue lo ocurrido en una ocasión en la cual ella intentaba alcanzar vajilla, él pensó que tenía la oportunidad de tomarse una pequeña revancha. Se acercó, cogió unos cuantos platos y se los dio, añadiendo:
―Mira que poner las estanterías tan altas. Deberían pensar un poco en las personas más bajitas.
Ella se giró con el gesto torcido. Lucía suelta su larga melena, parte de esta cubría la mitad de su rostro e hizo un femenino gesto para retirarlo. Colocó los brazos en jarras; este gesto y suajustada vestimenta perfiló aún más su esbelta figura. Le fue imposible apartar la vista de ella, mientras ella replicaba:
―¿Te crees muy gracioso? Sí, soy bajita, pero también muy graciosa ―y puntualizó―: Quedas advertido.
Cuando se separaron, una voz en su interior le advirtió a Santiago, que estaba en peligro de caer en la red del amor.