DE NUEVO EN LA MONTAÑA RUSA

Ayer por la tarde os vi a la “peque” y a ti en Vic, parece que habéis superado las diferencias y que pasáis mucho tiempo juntos. No es por inmiscuirme, pero, según tengo entendido, ella tiene novio; algunos compañeros le conocen…―esto último, sonó a advertencia.

No me preocupa, solo somos amigos. Además, según me ha comentado Asunción, él sabe de mí.

No sé lo que ella sentirá por ti, pero a ti se te nota coladito por ella.

Terminado el primer tramo de la jornada laboral, subí a mi habitación. Necesitaba estar a solas y reflexionar sobre las palabras de Santiago. Por primera vez fui consciente de la atracción que sentía hacia Asunción, a pesar de que intentaba solaparlo con la imagen de Julia. Hacía tiempo que mis pensamientos respecto a Asunción sobrepasaban los parámetros de una amistad. Aun así, traté de escudarme en la certidumbre de que ella estaba comprometida y enamorada, como me confirmó en más de una ocasión. Pero no querer rendirme a la evidencia, no constituía el principal motivo para esconder lo que sentía por ella. Entrar en asuntos pasionales era similar a estar subido en una montaña rusa.

 

FRAGMENTO DE LA NOVELA; EL NIÑO Y LA TETA

 
EN LA MONTAÑA RUSA
 

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