Salí de la panadería y junto
a la puerta un mendigo pedía limosna, le entregué la bolsa con una barra de pan. Después subí a mi vehículo y a causa de las prisas perdí el control de este en
un peligroso demarraje, como consecuencia de esto, arrasé a un orgulloso matojo
de magnolias y rocé una figura de koala tallada en piedra. Esta, como si de un
acto de brujería se tratara, frunció el ceño, quizás fuera un engaño de mi
imaginación, pero en ese instante entre en una eviterna repetición de la escena.
Cuando al fin se detuvo y pude abrir los ojos estaba era una habitación de hospital,
miré a mi alrededor, hasta detenerme en la mesita, encima de ella vi, una nota
que decía: ¡Gracias!, junto a esta, un cuscurro de pan y una estatuilla parecida
a la del jardín que destrocé. Aunque, en esta ocasión me guiño un ojo.
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