ESCRITO DE JOSÉ SÁNCHEZ CASTRO PRESENTADOR DEL EVENTO
Buenas
tardes y bienvenidos a este Rincón que suele ser de música, cante y baile,
pero que hoy nos ofrece esta colección de cuadros de Lídice González Jiménez y,
sobre todo, nos ofrece literatura.
En
este Rincón todo es arte. Porque Lidia y Lucía, las dueñas, lo tienen a manos
llenas; porque los que venís a un espectáculo (sea de lo que sea) tenéis en el
corazón un pequeño duendecillo sensible y creador; y porque el que se sube a
las tablas de un escenario y se pone a la vista de todos tiene en la palma de
la mano una forma diferente de… Una habilidad, una destreza, una facultad para…
Algo que lo hacen diferente a los demás.
Ese algo que diferencia a los artistas hoy se personifica en la figura Benet da Silva. Él, no sé si también canta, no sé si también baila, pero tiene el don de cerrar los ojos, de ordenar palabras y de plasmarlas en un libro
Un
autor muy famoso de nuestra extensa literatura nacional decía:
Si
tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle, no pediría pan, sino que
pediría medio pan y un libro.
Se
trata de nuestro querido Federico García Lorca.
Y
continuaba diciendo:
Bien
está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Yo tengo
mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un
hambriento.
Y
añadía:
Enviadme
libros, muchos libros para que mi alma no muera. Pido libros, es decir,
horizontes, es decir, escaleras para subir a la cumbre del espíritu y del
corazón.
Y
acababa diciendo:
Solo
a través de la cultura se pueden resolver los
problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.
—Yo, a esta frase, con el permiso de Federico, le cambiaría una palabra para hacerla actual. Diría:
Solo a
través de la cultura se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el
pueblo lleno de Facebook, pero falto de luz.
Hoy no es la Fe la que mueve los corazones, sino Facebook, Netflix, YouTube… Son tantas las ofertas “facilonas”, son tantas las forma de perder el tiempo, son tantas las maneras de desentrenar el cerebro que leer un libro es de locos. ¿Quién lee? ¿A cuántos conocemos que lean?
Y si son
pocos los que leen, ¿quién escribe?
Está
claro, solo escriben los valientes, los inquietos, los nómadas, los Benet da
Silva y pocos más. Para
empezar con de La verdad de Laura, primero
voy a leer la sinopsis que viene en el libro y después, sin ánimo de desvelar
el contenido, voy a leer dos fragmentos que nos revelan dos de las muchas
emociones que la protagonista siente en la montaña rusa de su vida:
Laura, en sus primeros años de vida, es criada por la tía de su madre,
Soledad. Con ella crece rodeada de cariño y atenciones. Hechos que la marcarán
de forma positiva, forjándole un carácter confiado y cariñoso. Todo cambia
cuando su madre biológica la sustrae de ese entorno y convierte su tránsito
vital en una montaña rusa.
—Con el paso de los días, la joven no solo fue ganándose su confianza,
sino que, después de varios meses, se convirtió casi en imprescindible y
consiguió revertir el menosprecio en afecto sincero gracias a su dedicación y
amabilidad. En esos momentos, Laura, al sentirse valorada e integrada en un
núcleo familiar, experimentó una agradable sensación de paz.
—Laura sabía, o cuando menos sospechaba, el tipo de local en el que había trabajado su madre, pero ni en sus peores suposiciones habría imaginado que fuera capaz de introducirla en aquel ambiente. La decepción se apoderó de sus sentimientos al percatarse de la encerrona que le había urdido…
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