El donante

Su pareja aceptó la proposición. No sabía la razón, pero intuía que en aquel viaje, conseguiría el propósito común.  

Programó el viaje a Fuerteventura, asistiría al festival de teatro; ver sus famosos desfiles de papahuevos y agenciarse algunas fruslerías. Su objetivo principal, lo dejaría en manos del azar.

La primera tarde, mientras contemplaba un divertido pasacalle, se detuvo uno de los cabezudos justo delante de ella, se cruzaron una mirada y una sonrisa. Por la noche, entretanto disfrutaba del típico licor destilado, se le acercó un joven. Reconoció al instante aquella penetrante mirada, sonrió invitándole a sentarse. Los días posteriores, fueron una exhibición de las dotes seductoras del isleño, incluso le recitó algún verso, demostrando ser un adiestrado galán. Ella se dejaba llevar, quería cerciorarse de que era el donante de esperma adecuado.

Dos meses más tarde al comprobar que iban a ser madres y que nada podría emponzoñar su relación, las dos se abrazaron. El azar y aquel desconocido cumplieron su cometido.

 

 

 

 

   

 

 

 

 

  

 


Una catástrofe anunciada

Buscó en el periódico las páginas de sociedad. En la primera, un gran titular: ¡¡Fiasco total!!. Debajo de este, un párrafo: «Se armó una catástrofe de tal magnitud que…». No pudo continuar leyendo.

Apostó por ellos y su proyecto, sin duda era su oportunidad. Alternó los últimos días en su actual empresa, con el diseño de su nuevo “laboratorio” e hizo un detallado informe de las necesidades de recursos técnicos y humanos.

El día que se incorporó de forma definitiva, se enfrentó a la cruda realidad; su espacio de trabajo, en nada se asemejaba al planificado; los medios técnicos y humanos, reducidos al mínimo. Ante esta perspectiva, priorizó los preparativos de la inauguración del restaurante. Una nueva sorpresa le esperaba; la mañana de dicho evento, le comunicaron que, debido a compromisos ineludibles de la propiedad, los comensales habían aumentado de manera considerable. La tormenta perfecta, oscurecía el devenir...

Aquella noche de camino a su casa, la impotencia nublaba su vista.




Genialidad & genialidad

Rodeado de oscuridad, con un pico golpeaba la pared de la cueva. Trató de parar, pero sus brazos continuaron alzándolo una y otra vez, a pesar de estar exhausto. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Lo último que recordaba, era que, conducía satisfecho del desarrollo de la reunión con el comité de mineros. Pretendían mejorar la visibilidad de los pozos, como de costumbre se negó con rotundidad. En particular, se felicitaba por su genialidad al finalizarla con aquella frase: «¡Es el mercado, amigo!».  

Se le acercó un siniestro personaje que, con voz gutural, le espetó:

—Tus ojos no volverán a ver y por cada una de las que cegaste en la mina, sufrirás cien vidas en negro repitiendo el mismo gesto.

 Después, comenzó a alejarse. El condenado intentó reivindicar su postura, Lucifer se giró y dijo:

—¡Es tu penitencia, amigo! —Hizo una pausa y añadió —: Fue ingenioso poner aquel perro en mitad de la curva, ¿verdad? 

 


Extraña despedida

Sentado en el sofá, releía el papel que tenía en las manos. No encontraba el sentido a la frase que estaba escrita en él, puesto que, fue tan solo un encuentro esporádico.

Conoció a una chica a través de una de las aplicaciones de contactos, se vieron la noche anterior y la química entre ellos surgió de forma instantánea. La cita acabó en su dormitorio y al despertarse la joven se había marchado dejándole aquella extraña misiva.

Tras aquellos minutos de confusión, se levantó y comenzó a recoger la ropa esparcida por el suelo, al coger sus pantalones notó que le faltaba la cartera. Fue a su habitación, su pequeña caja de seguridad también había desaparecido.

Se quedó quieto, una sarcástica sonrisa se dibujó en sus labios. Acababa de comprender por qué la nota decía así: “Gracias por tu generosidad”.

 

PUNTO DE INFLEXIÓN   Laura continuaba con su nueva vida, la cual comenzó aquella noche cuando se cruzó con la imagen que reflejaba de ella, ...

RETAZOS