QUIÉN NO SE CONSUELA…

La multitudinaria manifestación copaba las portadas de los periódicos. Esta noticia me facilitó en gran medida la programación de la clase de filosofía, me limité a pedir a los alumnos un comentario sobre la misma. Uno de ellos me sorprendió: 

Me contrarió ver el circuito de mi paseo dominical ocupado, me subí a uno de los árboles para divisar la magnitud de aquella aglomeración de personas. Desde las alturas, vi una perfecta y homogénea formación de paraguas azules que simulaba un mar en calma cuyo fin se perdía en el horizonte, donde el sol comenzaba a mostrarse. Por un instante dejé volar la imaginación y esta creó la ilusión de estar contemplando el amanecer a la orilla del mar. Lo que en un principio parecía un inconveniente, me propició un imprevisto e inmejorable inicio de aquel domingo».

Para mi sorpresa, aquel joven, de apariencia despistada, resultó ser un aventajado alumno de Zenón de Citio y su estoicismo.

 

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