Como cada domingo y con
puntualidad inglesa, nos reunimos en torno a la mesa, aunque, en esta ocasión, no
era solo un encuentro familiar, ya que, se agregaron varias amistades.
Todo
empezó una mañana mientras pedaleábamos, mi hijo y yo. De pronto él detuvo el
paseo y expreso el deseo de sentarse a descansar a la sombra de unos pinos. Fue
cuando me propuso rizar el rizo en el menú dominical del siguiente fin de
semana, su descabellada sugerencia consistió en un duelo culinario, dada
nuestra común profesión, con la premisa obligatoria de que uno de los platos
debía incluir garbanzos.
Conforme
iban sucediéndose los platos, el gesto satisfacción entre los invitados era más
evidente. En particular cuando degustaron la elaboración cuyo ingrediente
principal era unas hojas tiernas de parra, además del maridaje de cada plato,
con distintos tipos de hidromiel, bebida considerada como la precursora de la
actual cerveza. Los comensales emitieron su veredicto. En esta ocasión no dolió; «la cuña
de la propia madera»
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