Tener
la certeza de que su apartamento había dejado de ser un simple habitáculo para
transformarse en un hogar le permitía sobrellevar la rutina diaria de manera
sosegada, aunque, al igual que en los últimos siete días, el deseo de regresar a
este provocó que la jornada laboral transcurriera lenta. Además, hoy se cumplía
la primera semana de convivencia después de un año de relación y pensaba
sorprenderla.
Lo
tenía todo planeado: cocinaría el plato preferido de su pareja acompañado del
vino que a ella más le gustaba y en el centro de la mesa colocaría un jarrón
con doce rosas rojas.
Afanado
con los preparativos no se percató de los objetos que había en la mesa del
salón hasta que se acercó para colocar el mantel.
Sobre
esta contempló un juego de llaves, un “lo siento” escrito en un papel y una
rosa amarilla.
PRIMERAS CONJETURAS
(fragmento de la novela el niño y la teta)
Los dos éramos conscientes
de que no había red ni retorno si esto sucediera. Sin embargo, seguimos jugando
con fuego. A veces quedábamos para dar un paseo y charlar. Un día, nos encontramos
en un lugar cercano. Ella dejó su coche y en el mío emprendimos la ruta. El
recorrido era fascinante, en especial cuando iniciamos la subida al puerto de
montaña. Ana me contó que nació en un pueblo cercano y que en su niñez solía ir
con sus padres de excursión por aquellos parajes. Sus ojos se iluminaban al
recordar aquella etapa de su vida, se notaba que su infancia, al contrario de
la mía, había sido feliz. El brillo de sus ojos y su sonrisa realzaban su
atractivo.
Llegamos
a nuestro destino y quedé embelesado por las vistas. Durante un rato charlamos
apoyados en la barandilla del mirador, disfrutando de la paz que transmitía el
paisaje. Después caminamos adentrándonos en el interior de la arboleda. Nos sentamos
en un pequeño claro para contemplar el paisaje desde otro ángulo y en un
impulso, posé mi mano sobre su cabeza y acaricié su pelo. El roce de mis dedos
provocó una descarga en ambos que liberó la pasión acumulada. Nuestros labios
se fundieron esta vez y nuestras manos recorrieron los cuerpos. Nos detuvimos
un segundo, nos miramos y ella se echó hacia atrás. En una posición menos
incómoda, continuamos. Todo parecía ir bien. Mi piel reaccionaba a sus caricias
y por mi mente no aparecía más que Ana. La ropa fue esparciéndose por el suelo
y mis labios comenzaron a deslizarse por su cuerpo. Al llegar a sus senos, mi inconsciente
comenzó a proyectar imágenes del pasado. Mis ojos vieron de pronto el rostro de
Encarna. No sin esfuerzo, alejé aquella imagen e intenté de nuevo acariciar los
pechos de Ana con mis labios. De nuevo se repitió la escena, por lo que los desplacé
hacia otras zonas de su cuerpo.
Con
el paso de los días, los dos asumimos que era mejor guardar el bello recuerdo
de lo ocurrido. Los dos amábamos a nuestras respectivas parejas.
Para
no variar, yo no cesaba de darle vueltas a mi relación con las mujeres
Búsqueda
Mientras su cigarrillo se convierte en ceniza, sus
pensamientos son una retahíla de recuerdos y se pregunta el motivo de aquella
agradable sensación de felicidad. Una infantil voz desde su interior, le invita
a girar su mirada diciéndole: «ella es el motivo». La miró un instante y la abrigó
con su cuerpo, contempló la sonrisa que asomaba en sus labios, sus senos
marcaban un relajado compás. Para ellos, las frías noches en soledad, habían
llegado a su fin.
Tres meses antes…
No se conocían, tropezaron en una
de esas causalidades ante las que la vida nos coloca. Pero reconocieron en el
otro, aquello que Nietzsche denominó como; el estigma de Caín. Ambos tenían la
mirada de quien atendiendo a sus más bajos instintos y desafiándose a sí mismo,
subió a la barca de Caronte, bailó un tango con Azrael y escapó. Dos corazones parcos
en palabras y errantes en busca de la bitácora que les guie hasta ese etéreo e
intangible líder, llamado amor.
NAUFRAGIO
Ya me había acostumbrado a extrañar el calor de su cuerpo, en mis recuerdos no quedaba ni una brizna de melancolía y la devoción se convirtió en una agradable reminiscencia del pasado. Al fin había recuperado el timón de mi navegar por el mar de la vida. Aquel "hola" sonó en mi mente como un disparo, más aún, cuando me giré y vi el brillo semejante al de una circonita que se entreveía detrás de su sonrisa. En aquel instante se desgajó de mi mente el equilibrio y supe que era el preludio de un nuevo naufragio, provocado por la inmensidad de sus verdes ojos y el oleaje emocional que en mí, desencadenaba su mirada.