—¡Mi niña, qué alegría! Y cuánto tiempo, pasa, pasa. Mami se va a poner muy contenta de que hayas
venido a verla.
Entraron en el salón y Carmen, dirigiéndose a Soledad, le preguntó:
—¿Sabes quién ha venido a vernos?
mujer, al sentir el tacto de la joven, dijo:
—¡Mi pequeña!
Después de abrazarla y besar sus mejillas varias veces la regañó por no visitarla más a menudo. A continuación, la invitó a sentarse a su lado, charlaron durante un rato. Soledad, pese a que una enfermedad le produjo la pérdida de la visión, notó el nerviosismo de la muchacha.
—¿Qué te ocurre, mi niña?
Laura se quedó callada mientras pensaba cómo explicarle a Soledad el motivo de su visita. Pero solía ser directa y sin pensarlo demasiado, espetó:
—Estoy esperando un bebé.
La cara de Soledad era un poema, solo pudo balbucear.
—¡Ay, Dios! Si eres una niña. ¿Cómo no has tenido cuidado? Además, eres aún muy joven, debías haber esperado.
Por fin llegó el día, en concreto el momento en el cual una enfermera posó en los brazos de Laura un enrojecido cuerpecito que lloraba a pleno pulmón. La joven mamá sintió su vientre vacío, pero escuchó su corazón latir como nunca antes y sus emociones invadiéndola sin control, besó al bebé mientras por su mejilla resbalaba una lágrima, arrimó a su pecho al pequeño, lo abrazó unos pocos segundos, aunque suficientes para borrar todos los sinsabores vividos los últimos meses, no pudo articular palabra alguna, su cerebro solo emitía un mensaje: "Ha merecido la pena, nadie me podrá robar este momento". 


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